jueves, 18 de febrero de 2010

LA OBRA

El indígena isleño, que desconoce la existencia de la música, oye casualmente una canción. Aquellos sonidos en lengua extraña lo conmueven más que ninguna otra cosa antes.
Intenta volver a reproducirla en su mente, pero no lo consigue. Mucho menos tararearla con su laringe inexperta. Y aunque recuerda en parte la inmensidad de aquel sentimiento, tampoco puede rememorarlo cabalmente sin el apoyo físico de la melodía.
En la esperanza de convocarla, dedica la mayor parte de su tiempo a ponerle miles y miles de títulos, le levanta imágenes, traza extraños signos en las altas paredes calizas del desfiladero. La melodía nunca regresa, él nunca cesa en su empeño.
Los demás isleños nada saben de su perpetua zozobra. No ven los innumerables despojos de su fracaso, sino magistrales figuras en la roca. Pronto lo veneran como Gran Artista y Hombre Sabio.

Elías Hacha

1 comentario:

  1. Acaso la imaginación y capacidad creativa de muchos artistas y hombres de ciencia tengan el mismo origen: la búsqueda de un paraíso perdido.

    ResponderEliminar